Dan por muertos a los mineros de Nueva Zelanda

Las autoridades reconocieron que las chances de los 29 obreros atrapados "se oscurecen cada vez más" y pidieron "ser realistas". El riesgo de explosiones en el yacimiento impide el rescate.

A cuatro días de la explosión que sepultó a los neozelandeses en la costa sur del país, el jefe de la policía, Howard Broad, reconoció que "la situación es sombría y se oscurece cada vez más". El premier John Key, que hasta ayer se mostraba optimista, asumió que "las familias están frustradas, nosotros estamos frustrados, el país está frustrado" y advirtió que "la situación sigue siendo grave".
Explicó al Parlamento de Wellington que los rescatistas aún no pueden bajar al pozo donde están los mineros, ya que sigue repleto del mismo gas metano que causó la explosión y el derrumbe en la mina de carbón de Atarau. El problema no es tanto la toxicidad del gas como la posibilidad de que produzca un nuevo estallido. Los socorristas todavía no pudieron establecer ningún contacto con los obreros.

Los equipos a cargo hicieron un fallido intento con un robot militar teleguiado que se averió; también fracasó el cavado de un túnel paralelo al socavón de la mina. "Las condiciones a las que se enfrentará nuestro personal son potencialmente hostiles, y estamos listos para bajar en cuanto nos lo permitan", afirmó el jefe de los rescatistas.

El plan es que desciendan con 25 kilos de aparatos de oxígeno, que tendrán que cargar2,5 kilómetros cuesta arriba para llegar al sitio donde se cree que están los mineros.

"Estamos ante una situación muy seria y mientras más se prolonga, hay menos esperanzas. Tenemos que ser realistas", lamentó el mando policial Gary Knowles. "Consideramos todas las hipótesis, y si una de ellas es que no están vivos, pues nos prepararemos".

La empresa Pike River, que opera el yacimiento, mostró a los familiares y a la prensa las imágenes de una cámara de vigilancia que registró el momento de la explosión. Fue tan potente y extensa que hizo temblar parte de un valle cercano y reventó en la superficie las rejillas del sistema de ventilación. El delegado de la empresa fue claro: "Fue una experiencia muy dura para todos, pero luego hubo muchas menos preguntas".